15.1.16

Herman@s




Tener hermanos, lejos de radicalizar los roles de género en casa, me ayudó a posicionarme mucho mejor como persona y mujer. Y a ellos, como hombres «evolucionantes». Aunque no fue así en un principio.

La mayoría de nuestros padres y madres devenían de un gran círculo ideológico lleno de prejuicios y estereotipos dogmáticos. Y digo, ideológico, porque el tratamiento para la adquisición de todo conocimiento y el aprendizaje en el respeto propio y ajeno, són elementos educativos. Nada que ver, con culturas, religiones o ideologías. Són procesos autónomos y brillan por sí solos.

Otro aspecto a considerar, es que es bastante inherente reproducir esquemas en hijos y sin embargo, también hijas e hijos educan a padres y madres. Muchas veces sin ser conscientes. Lo que en su momento se denominó «choque generacional» consistió más bien en abrir una ventana al aire en un lugar viciado, que no en cerrar la puerta.

Recuerdo un dia, que estábamos sentados todos en torno a la mesa en casa mientras comíamos, que mi padre me pidió que fuera a la cocina a buscar un poco más pan. Supongo que en esos momentos, lo que me pasó por la mente fue tan breve como un rayo pero tan lleno de imágenes como una maleta de ropa. Me ví en perspectiva haciendo mi cama y las de mis hermanos esa misma mañana antes de ir al colegio. A la vuelta, la compra del mercado. ..Que mientras mis hermanos disponían de tiempo holgado para hacer los deberes de clase y jugar en la replaceta, yo antes, debía atender al pequeño de ellos o tender la ropa...

Así que, allí, con 10 años ya se me cruzó eso de ser mujer y decidí ser persona primero.

Seguramente le contesté de malas maneras a mi padre y muy indignada le reproché el porqué no se lo pedia a cualquiera de los hermanos de mi alrededor, a lo cual, mi padre enfadadísimo me respondió con el lanzamiento de la panera vacia. La esquivé pero no me moví del asiento. Fué mamá quien se levantó y fue a la cocina. Hubiera dado cualquier cosa porque ella tampoco se hubiera levantado.

Muchísimos años más tarde, transcurrida media vida de fundamentos, cuando en otra comida familiar comenté esta antaña anécdota, mi padre incrédulo y desconcertado por aquella, su reacción, me pidió disculpas. Nos reimos todos.

Tiempo después de lo de la «panera voladora» cada uno de nosotros se hizo su cama y poco a poco compartimos la compra, la ropa y otras muchas más cosas se fueron «sociofamiliarizando». Mis hermanos no ayudaron en estas cuestiones, asumieron. Hoy, no les hacen sombra muchas mujeres ni a mi, muchos hombres.